domingo, 30 de noviembre de 2014

domingo, 23 de noviembre de 2014

Monasterio de Santa María de Sigena. El apogeo

El monasterio de Sigena, que se fundó sobre unos terrenos desérticos que pertenecían a la Orden Militar de San Juan de Jerusalén (o de Malta), no fue solamente un lugar de recogimiento y oración, sino también un foco de poder y riqueza desde el que las monjas, con su priora a la cabeza, ostentaban el poder feudal sobre los habitantes de una zona que llegó a extenderse a lo largo de más de 70.000 hectáreas.

Las donaciones que recibía el monasterio y sus propias fuentes de financiación se materializaron en un verdadero monasterio-palacio que se convertiría en el más importante monumento de la Corona de Aragón, sede de su Archivo, y muestra visible de la magnificencia del reino, y para cuya construcción se llamó a los mejores arquitectos, pintores y escultores de Europa.

Poco después de su fundación, y bajo el mecenazgo de Doña Constanza, hija de Alfonso II, reina consorte de Hungría y luego emperatriz de Alemania, se construyó la Sala Capitular, una de las estancias más emblemáticas del monasterio. Tenía planta rectangular y de grandes dimensiones, dividida por cinco arcos apuntados. Sus paredes y arcos fueron decorados con escenas del Nuevo y del Antiguo Testamento, que la convirtieron en una auténtica Biblia pictórica que explicaba la historia de la humanidad desde el Pecado Original hasta la Salvación, y que fue considerada como el conjunto pictórico de mayor calidad del siglo XIII en todo el Occidente europeo. La Capilla Sixtina de su tiempo.

Tiempo después, siendo priora la infanta Doña Blanca (1321-1348), el convento se amplió, al utilizarse como residencia real, construyéndose otra de sus estancias más significativas: la Sala Pintada, también llamada Salón del Trono, donde la priora o los reyes recibían a los visitantes entre paredes adornadas con ostentosos tapices y maravillosos muebles. Ambas salas, como el resto del monasterio, se fueron enriqueciendo con retablos y tablas góticas, esculturas, sarcófagos, relicarios, sillerías y otros objetos preciosos.

Todo aquello fue decayendo lentamente a partir del siglo XV, pero al llegar el XIX las monjas recibieron del Ministerio de Hacienda la orden de desalojar el monasterio, por haber sido incautado por el Estado y vendido a unos particulares, que usaron los locales como almacenes y cuadras, tras vender los tesoros al mejor postor. Pero tras muchos años de pleitos las monjas recuperaron la propiedad del monasterio, aunque fuera sin sus tesoros, y regresaron a él, momento en el que se ejecutaron algunos trabajos de rehabilitación. El estado de la Sala Capitular, por ejemplo, no era malo, según se deduce de la acuarela de Valentín Carderera del año 1867. Ver imagen.

Termina el siglo XIX y se pierden Cuba y Filipinas. Bajo la regencia de la reina María Cristina, Sagasta y Silvela, con sus respectivos partidos, se reparten el  pastel, mientras España se va al cuerno. El monasterio de Sigena continúa en una situación favorable. Pero llegó el siglo XX y aquella aparente tranquilidad no iba a poder mantenerse. En la España de entonces podía ocurrir cualquier cosa, y en efecto ocurrió.


Continuará.

sábado, 15 de noviembre de 2014

Me gusta el otoño. Laguna de Peñalara

El otoño es una estación del año que hay que disfrutar, haciendo excursiones o dando largos paseos por el campo o por los parques de nuestra ciudad, antes de que empiece la temporada de los grandes fríos.

En Madrid, en estos días de noviembre, ya se puede ver la nieve en los picos más altos de la Sierra de Guadarrama. Por la noche hace frío, pero al medio día, si hace sol, se puede estar allí con manga corta como hacen estos excursionistas que vemos en la foto y que se asoman a la laguna grande de Peñalara.

Historia. Las zonas altas de la Sierra tuvieron en la antigüedad escasos asentamientos humanos, debido a las duras condiciones invernales, pero se conserva una calzada romana que cruzaba la Sierra por Cercedilla y el Puerto de la Fuenfría. Y a a mediados de la Reconquista toda la zona, que continuaba despoblada, fue escenario de escaramuzas entre musulmanes y cristianos. La ciudad de Segovia destacó luego como centro clave en el subsiguiente proceso de reconquista y repoblación.

En el siglo XIV Alfonso XI visitó con frecuencia estos montes, y describió con gran precisión en su “Libro de la Montería” numerosos pasos y parajes relacionados con la caza mayor a la que era aficionado. Precisamente será la actividad cinegética, junto con la amenidad de los paisajes, bosques y riachuelos la razón que anime a los monarcas a construir casas de campo cerca de la Sierra de Guadarrama, algo continuado ahora por muchos madrileños.

En los años 20 del pasado siglo, apenas realizada la declaración de los dos primeros Parques Nacionales españoles (Ordesa y Covadonga), se iniciaron los trámites para conseguir la declaración del Parque Nacional de Guadarrama, como forma de protección de la naturaleza de la zona. La superficie del mismo en la actualidad es de 33.960 hectáreas pertenecientes a las comunidades autónomas de Madrid  y Castilla y León.

La laguna de Peñalara es la mayor, pero no la única existente dentro del Parque Nacional; todas tuvieron su origen cuando los glaciares erosionaron el fondo del llamado Circo de Peñalara, una explanada situada a 2.017 metros de altitud, al pie del macizo del mismo nombre. Llegar hasta allí es fácil en el tren de cercanías hasta la estación de Cotos, y luego se sube andando al inmediato puerto de Cotos (1830 m), donde se inicia un paseíto de 3 km, con cuestas pero bien señalizado y que no presenta especiales dificultades. Y luego a disfrutar de los grandiosos paisajes.

sábado, 8 de noviembre de 2014

Monasterio de Santa María de Sigena
Me gusta la Historia de España

El monasterio de Santa María de Sigena es un cenobio español de finales del siglo XII situado en el término municipal de Villanueva de Sigena (Huesca), construido según el estilo románico avanzado o de transición. Y junto a él fue enterrado el rey Don Pedro II y los principales comandantes del ejército aragonés, muertos en la batalla de Muret del año 1213. 
Este monasterio se fundó el 21 de abril de 1188 por Doña Sancha, esposa de Alfonso II el Casto, el primero que ostentó los títulos de rey de Aragón y conde de Barcelona, siendo hijo de doña Petronila, reina titular de Aragón y del conde de Barcelona Ramón Berenguer IV.
La situación del monasterio fue elegida estratégicamente, equidistante del río Ebro, frontera natural con el Islam, Lérida, principal ciudad de los condados catalanes (aparte de Barcelona) y Huesca, capital del viejo reino de Aragón. Y se situó en un cruce de caminos desde el que se pudiera expandir la fe y la cultura, y potenciar la agricultura y el comercio por un territorio que todavía se estaba colonizando y cristianizando por entonces. 
Del importante conjunto medieval quedan hoy sólo algunos elementos en pie, reconstruidos por el arquitecto Chueca Goitía en 1974. La iglesia tiene planta de cruz latina, con una nave, un amplio crucero y tres capillas en la cabecera, y se cubre por bóvedas de cañón apuntadas. El panteón real se levanta en el lado izquierdo del crucero, y es de traza románica. Además destaca la portada, de estilo románico, y un sólido torreón rectangular, casi todo en un regular estado. 
La construcción de este monasterio se llevó cabo a la vez que el de las Huelgas Reales de Burgos, siendo ambos los primeros cenobios para mujeres en los respectivos reinos. Doña Sancha en Aragón, como Doña Leonor en Castilla, sus fundadoras, eran mujeres muy religiosas y cultas. Y en el fondo eran las que realmente mandaban en sus reinos, mientras sus maridos, Alfonso II y Alfonso VIII, estaban siempre de viaje o peleando con los moros.
En Sigena las monjas pertenecían a la Orden de San Juan de Jerusalén (o de Malta), y para que quedara claro el carácter “feminista” de su fundación, a la madre priora le dieron también el mando sobre algunos monasterios de hombres. Allí ingresaron destacadas mujeres de las más nobles familias aragonesas, empezando por una hija de Doña Sancha, y siguiendo por la propia reina que profesó allí cuando se quedó viuda y allí se enterró.
En el panteón real de Sigena se pensó en enterrar a los reyes de Aragón, pero cuando falleció Alfonso II se le tuvo que enterrar en el monasterio de Poblet (Tarragona), mal que le pesó a la reina. Y eso fue para no molestar a los catalanes, que querían enterrarlo en tierras catalanas. Las mismas impertinencias por parte de los mismos continúan al día de hoy.
Así comenzó la historia de Sigena, uno de los monasterios más emblemáticos de España, que sintetiza muy bien la historia y avatares de la Corona de Aragón a lo largo de los últimos 800 años.


Continuará.