Monasterio
de Santa María de Sigena
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El monasterio de
Santa María de Sigena es un cenobio español de finales del siglo XII situado en
el término municipal de Villanueva de Sigena (Huesca), construido según el
estilo románico avanzado o de transición. Y junto a él fue enterrado el rey Don
Pedro II y los principales comandantes del ejército aragonés, muertos en la
batalla de Muret del año 1213.
Este monasterio se
fundó el 21 de abril de 1188 por Doña Sancha, esposa de Alfonso II el Casto, el
primero que ostentó los títulos de rey de Aragón y conde de Barcelona, siendo
hijo de doña Petronila, reina titular de Aragón y del conde de Barcelona Ramón
Berenguer IV.
La situación del
monasterio fue elegida estratégicamente, equidistante del río Ebro, frontera
natural con el Islam, Lérida, principal ciudad de los condados catalanes
(aparte de Barcelona) y Huesca, capital del viejo reino de Aragón. Y se situó
en un cruce de caminos desde el que se pudiera expandir la fe y la cultura, y potenciar
la agricultura y el comercio por un territorio que todavía se estaba
colonizando y cristianizando por entonces.
Del importante
conjunto medieval quedan hoy sólo algunos elementos en pie, reconstruidos por
el arquitecto Chueca Goitía en 1974. La iglesia tiene planta de cruz latina,
con una nave, un amplio crucero y tres capillas en la cabecera, y se cubre por
bóvedas de cañón apuntadas. El panteón real se levanta en el lado izquierdo del
crucero, y es de traza románica. Además destaca la portada, de estilo románico,
y un sólido torreón rectangular, casi todo en un regular estado.
La construcción de
este monasterio se llevó cabo a la vez que el de las Huelgas Reales de Burgos,
siendo ambos los primeros cenobios para mujeres en los respectivos reinos. Doña
Sancha en Aragón, como Doña Leonor en Castilla, sus fundadoras, eran mujeres
muy religiosas y cultas. Y en el fondo eran las que realmente mandaban en sus
reinos, mientras sus maridos, Alfonso II y Alfonso VIII, estaban siempre de
viaje o peleando con los moros.
En Sigena las
monjas pertenecían a la Orden
de San Juan de Jerusalén (o de Malta), y para que quedara claro el carácter
“feminista” de su fundación, a la madre priora le dieron también el mando sobre
algunos monasterios de hombres. Allí ingresaron destacadas mujeres de las más
nobles familias aragonesas, empezando por una hija de Doña Sancha, y siguiendo
por la propia reina que profesó allí cuando se quedó viuda y allí se enterró.
En el panteón real
de Sigena se pensó en enterrar a los reyes de Aragón, pero cuando falleció
Alfonso II se le tuvo que enterrar en el monasterio de Poblet (Tarragona), mal
que le pesó a la reina. Y eso fue para no molestar a los catalanes, que querían
enterrarlo en tierras catalanas. Las mismas impertinencias por parte de los
mismos continúan al día de hoy.
Así comenzó la
historia de Sigena, uno de los monasterios más emblemáticos de España, que
sintetiza muy bien la historia y avatares de la Corona de Aragón a lo largo
de los últimos 800 años.
Continuará.