domingo, 19 de abril de 2015

Me gusta el Museo del Prado. Van Der Weyden (2)

En la exposición de Rogier Van Der Weyden en el Museo del Prado de Madrid podemos ver estos días las mejores obras de este pintor:

1.- El Calvario de Scheut. Excepcional cuadro recién restaurado.

2.- El Tríptico de Miraflores. Muestra tres momentos de la vida de la Virgen, encargo del rey Juan II de Castilla y León, que quería usarlo en un altar portátil, pero que luego cedió a la Cartuja de Miraflores de Burgos (año 1445). Consta de tres partes en las que aparece la Virgen con el Niño, la Piedad y una escena en la que la Virgen comprueba que se ha producido el milagro de la Resurrección. Tan gran éxito tuvo la obra que el taller del autor tuvo que hacer cuatro copias que hoy están en los mejores museos del mundo. Igualmente Isabel la Católica, hija de don Juan II, gustaba mucho del cuadro, y encargó a su pintor favorito, Juan de Flandes, una copia tan buena que hoy podemos verla, aunque incompleta, en el Metropolitan Museum de Nueva York. Pero tras 400 años presidiendo la sacristía de la Cartuja, los malvados franceses llegaron allí en 1808. Y uno de sus generales, Jean Barthélemy D'Armagnac, vio la obra, le gustó y se la llevó “por la cara”. O sea, que la robó, sacando por ella una jugosa cantidad de dinero al subastarla en la casa británica Christie’s en el año 1836. Pasó luego por las manos de la monarquía holandesa y finalmente acabó en la  Staatliche Gemäldegalerie, o Galería Nacional de Berlín, donde hoy en día se conserva. Y si esperamos que nos la devuelvan alemanes o franceses, vamos dados. Menos mal que nos la han prestado para esta exposición.

3.- El Altar de los Siete Sacramentos. En el panel de la izquierda muestra el bautismo, la confirmación y la confesión. En el central, con la crucifixión en primer plano, la eucaristía. Y a la derecha, el orden sacerdotal, el matrimonio y la extremaunción. Se expone en el Museo Real de Bellas Artes de Amberes y sirvió de inspiración para otro tríptico famoso que también forma parte de la exposición, traído a España desde Flandes en tiempos de Felipe II.

4.- El Descendimiento. El azul del manto de María, que cae desmayada en brazos de San Juan al ver el cadáver de su hijo, es uno de los lapislázulis más puros empleados en todos los tiempos. Las figuras de Cristo y María yacen en posturas paralelas para manifestar su doble pasión. Ver foto. Esta obra maestra, realizada en torno a 1435, fue un encargo para la iglesia de Nuestra Señora de Extramuros de Lovaina (Bélgica). Un siglo después, la hermana del emperador Carlos I, María de Hungría, por un elevadísimo precio consiguió adquirirla, vendiéndola luego a su sobrino Felipe II. Y cuando venía para acá, el barco en el que viajaba naufragó, pero el embalaje era tan perfecto que la tabla flotó y pudo ser salvada sin apenas daños. En 1564 se instaló en la capilla del palacio de El Pardo y en 1574 pasó a El Escorial, aunque el padre prior del monasterio criticó la obra, porque ver a la Virgen desmayada y por los suelos le pareció una irreverencia. En El Escorial seguía cuando empezó la guerra civil española (1936-39). La pintura se la llevó de España el gobierno republicano, que quería sacar una pasta vendiéndola, pero estando en Ginebra los abogados de Franco pudieron impedir la subasta in extremis. Regresó en 1939, siendo incluida en la colección del Museo del Prado, donde permanece hoy en día.

5.- La Virgen con el Niño, Madonna en Rojo, o Virgen de Durán. Denominada así por su último dueño, el aristócrata Pedro Fernández Durán quien la legó al Museo del Prado tras pasar por las manos de múltiples coleccionistas privados. Esta Virgen se convirtió en el icono perfecto, adoptado como ejemplo por todos los maestros flamencos y españoles de su época, que pintaron muchísimas vírgenes.


La azarosa vida de estas obras deja muy claro el valor que siempre se les ha atribuido. Felipe II, gran coleccionista del mejor arte, hizo no poco por hacerse con ellas, haciéndole de paso no poco favor al actual proyecto de atraer a España ese turismo de calidad que tanto necesitamos. Son una maravilla. Y ahora, por primera vez en la historia, están reunidas y podemos verlas. Es una exposición que nadie puede perderse, pero, ¡ojo al dato!: se clausura el 28 de junio del presente año.


domingo, 12 de abril de 2015

Me gusta el Museo del Prado. Van Der Weyden

El Museo del Prado acoge estos días una exposición temporal dedicada a Rogier Van Der Weyden, un pintor de la escuela de los primitivos flamencos.

Rogier Van Der Weyden nació en 1399 ó 1400 en Tournai, perteneciente entonces al condado de Flandes, y actualmente a la zona francófona de Bélgica. Su nombre en origen era Rogier De La Pasture, entrando primero a trabajar como aprendiz en el taller de Robert Campin, pasando luego a pintar en Lovaina y en Bruselas, donde cambia su apellido francés «De La Pasture» por el flamenco «Van Der Weyden»”, esto es, se flamenquiza.

Rápidamente adquirió gran fama, siendo nombrado pintor oficial de las ciudades de Lovaina y Bruselas. Y según la crónica de la época, sus cuadros “engalanaron las cortes de todos los reyes” de Europa. En 1450 fue a Roma para ganar el Jubileo, y se quedó algún tiempo en Italia, pero no le agradó lo que vio. Falleció en Bruselas el 18 de junio de 1464, siendo enterrado en su catedral.

La obra de Van Der Weyden que le hizo más famoso fueron las cuatro enormes tablas alegóricas de la Justicia para el Salón Dorado del Ayuntamiento de Bruselas, que fueron destruidas en 1695 entre guerras y revoluciones.

Ahora, con motivo de la exposición, se ha llevado a cabo la restauración de una obra suya excepcional: “El Calvario”. Y el Museo del Prado, que de pintura sabe un montón, no se corta con los elogios: "una de las mayores obras de arte que ha visto jamás el mundo". Casi nada. Y de su autor, el Museo dice que es "uno de los mejores pintores" de la historia. Pues no seré yo quien lo discuta.

El citado cuadro de “El Calvario” fue un regalo de Van Der Weiden a la Cartuja de Scheut de Bruselas, al entrar allí como religioso su hijo Cornelio. Nuestro rey prudente, Felipe II, no dudó en comprarla, aunque “nos” costó una pasta. Situada primero en el Palacio de Valsaín (Segovia), pasó luego al Monasterio de San Lorenzo de El Escorial el año 1574.

Para esta gran composición, de 3,24 por 1,94 m y más de 200 kg de peso, el pintor utilizó catorce gruesos paneles de roble Báltico, sujetos con una estructura débil, que ahora ha habido que reforzar. En cuanto a la pintura, los paños de la Virgen y de San Juan han recuperado el blanco original con el que eran descritos por los autores antiguos, ligeramente oscurecidos porque en el incendio de 1671 recibieron algo de humo.

Hace más de tres años que 'El Calvario', propiedad del Patrimonio Nacional, fue descolgado del Escorial para iniciar su proceso de restauración, que ha sido realizada por un equipo dirigido por José de la Fuente, del Museo del Prado, en estrecha colaboración con Loreto Arranz, del Patrimonio Nacional. Ver foto.


Ello ha permitido que, después de una azarosa vida de más de cinco siglos, podamos contemplar hoy una obra que "emociona por su hermetismo, belleza y pasión". Tras su exhibición en El Prado, la pintura volverá a ocupar un lugar privilegiado, como icono de la colección de Felipe II, en un emplazamiento especial dentro de las salas capitulares del Monasterio de El Escorial.